El código ético llega a las franquicias
El sector de franquicias es uno de los pocos que ha desarrollado un código de buenas prácticas para evitar los abusos entre sus miembros.
El código es una adaptación del europeo y aquellos que lo acatan se comprometen a cumplir unas normas básicas. “Con esto conseguimos darle seriedad a nuestro sector y clarificar el mercado”, explica Vallhonrat. ¿Sus promesas? El negocio tiene que estar probado, al menos en un establecimiento y durante un tiempo razonable, antes de poderlo desarrollar como franquicia. El franquiciador debe ser el titular de los derechos legales del logotipo, el nombre de la enseña… Además, toda la publicidad que emita para atraer a nuevos franquiciadores debe ser clara, evitar cualquier ambigüedad sobre el negocio o engaños. El código ético define los puntos generales que debe recoger el contrato de franquicia: los derechos y deberes de cada una de las partes, el objetivo de la franquicia, la duración del contrato y las condiciones en las que éste puede romper, asegurar la zona de exclusividad del negocio en caso de exista. Otro de los compromisos de mayor calado es el de transmitir el Know How o saber hacer. Su transmisión supone uno de los mayores riesgos para la marca, ya que si cae en manos de la competencia sería un desastre. Es la clave de la estrategia y desarrollo del negocio, por esa razón se exige a los futuros franquiciados la máxima discreción respecto a la información recibida.
¿Cómo estar seguros de que se cumplen estas reglas? “Todos nuestros socios las cumplen, y el hecho de que sean voluntarias le confiere mayor fuerza que si fuera una ley”, asegura Vallhonrat. ¡Cuidado! No todo el que se presenta como franquicia lo es, así lo mejor es apostar por quienes cumplen las “buenas prácticas”.