El perfil ideal del franquiciado
El perfil del franquiciado: el individuo emprendedor busca, como el franquiciador, el éxito empresarial. A diferencia de este último, que persigue un comportamiento exitoso de su concepto de negocio, el franquiciado apunta hacia un equilibrio entre los intereses de su compañía franquiciadora y los de su persona como inversor.
Es en la elección del franquiciado en la que el franquiciador se decanta por una serie de condiciones requeridas para todos por igual, que configuran el perfil ideal que busca este último. Aunque no todas las enseñas exigen los mismos requisitos, los franquiciados suelen presentar la conveniencia de tener o no una experiencia previa en el mismo tipo de negocio, según el sexo, su nivel cultural y social, la capacidad de comunicación, financiera, etc., y paralelamente a esto hay que distinguir la preferencia por un gestor, un vendedor (comercial), o un mero inversor dispuesto a contratar o a aportar la persona que gestione el negocio.
Lo que es cierto es que la mayoría de los franquiciadores coinciden en que este perfil adecuado se define como “una persona emprendedora, con capacidad de autogestión”. Pedro Echeguren, director general de Office1, asegura que su franquiciado ideal es “un profesional con capacidad comercial y afán por dar el mejor servicio a sus clientes, además de involucrarse en la gestión diaria de su negocio”.
Pero si es cierto que existen a veces estas diferencias en cuanto a los requisitos que debe cumplir su perfil profesional, todos confluyen en una serie de características entre las que cabe reseñar que el franquiciado es el principal propietario de su empresa, con lo cual se le presenta un reto no sólo a nivel económico, sino también a nivel personal.
Profesional y responsable
La profesionalidad y la responsabilidad de que las cosas se hagan bien son argumentos suficientes para garantizar el éxito tanto a nivel personal como profesional. Gracias a una franquicia, el franquiciado tiene la oportunidad de aumentar sus posibilidades de éxito considerablemente. Estos beneficios incluyen la marca de fábrica y del servicio, el diseño preestablecido de la instalación, la ayuda para la preparación o formación del personal y para la gestión, el respaldo publicitario o la facilidad del acceso a mercancías mediante la compra al por mayor.
La franquicia no sólo le concede al franquiciado los citados beneficios, sobre todo, le transmite una fórmula y una filosofía de comportarse en un negocio que lleva unos años operando en el mercado, por lo que su validez ya ha sido suficientemente contrastada.
De esta manera, el franquiciado se siente respaldado por una firma con experiencia, que sabe cómo solucionar cada problema que en un momento dado se le pueda plantear y que le permite darse cuenta, incluso, de detalles en los que él, por sí solo, no hubiera reparado. Se evita así alguna que otra sorpresa desagradable que pudiera ocurrir, sobre todo en los casos en que alguien, sin experiencia comercial previa, decide iniciar por sí solo cualquier negocio.
Todos estos aspectos motivan al franquiciado a incorporarse a la actividad empresarial, minimizando el riesgo, aprendiendo con rapidez cómo gestionar su negocio y disponiendo de la asistencia técnica y de marketing por parte de la marca. Estos objetivos, junto con los del franquiciador, convergen en la finalidad primordial de todo negocio: la máxima rentabilidad en cuanto a la obtención de sus beneficios.
El franquiciado debe tener presente para ello las consideraciones que a continuación se detallan. Estas tienen como única finalidad hacer ver al futuro franquiciado los puntos más sobresalientes sobre los que se debe reflexionar previamente, basados todos ellos en la experiencia de los franquiciadores, ésos que ya iniciaron su andadura empresarial hace un tiempo y que, por este motivo, han sufrido los antecedentes de la problemática de cualquier franquicia.
Consideraciones esenciales para el ‘buen hacer’ del franquiciado
– Humildad ante todo: En los inicios uno puede pensar que sabe cómo actuar en todo momento, pero en muchas ocasiones la inexperiencia puede jugarle una mala pasada. Por ello, es bueno escuchar a los profesionales del sector y reflexionar sobre ello antes de tomar cualquier iniciativa de la que luego te puedes arrepentir.
– Flexibilidad: Hay que aceptar el sistema del franquiciador, pues él ha invertido mucho tiempo y dinero en ello. La disciplina de conjunto es básica.
• Los comienzos deben ser cómodos y pausados: Las exigencias financieras son difíciles de medir al principio. En la mayor parte de los casos surgen imprevistos que te pueden descuadrar. Por ello, es conveniente comenzar con buen pie y analizar al detalle las exigencias económicas para el funcionamiento correcto del negocio.
• Ser consciente del duro esfuerzo inicial: El éxito sólo viene antes del trabajo duro, sobre todo en los comienzos.
• Ser siempre ambicioso: En la vida empresarial todo es mejorable. Por ello, es indispensable ponerse el listón alto y luchar por ir a más en todo momento. De esta manera, el franquiciado comprobará antes los buenos resultados de su trabajo.
• Ser reflexivo: Nunca hay que meterse en un negocio sin experiencia empresarial. El franquiciador siempre será un respaldo, pero el empresario es el franquiciado y, por lo tanto, el que debe saber si puede abarcar esta dura tarea o no.
• Medite unos buenos resultados iniciales: Conseguir buenos resultados para poder soportar posibles malas rachas. No se debe malgastar el dinero en ampliaciones, coches, vacaciones, etc., porque ello puede suponer el cierre inmediato del negocio.
Después de analizar concienzudamente los epígrafes del apartado anterior, ya se puede hacer uno la idea de la motivación que supone ser partícipe de una nueva andadura empresarial como la mencionada. Aún así, asumir el reto de montar una franquicia es uno de los puntos más apasionantes para cualquier inversor que se decide a emprender este largo vuelo.