Cómo dirigir un equipo de trabajo
Todo Gerente de empresa debe procurar dirigir con efectividad a sus empleados, de manera que esto repercuta favorablemente en el trabajo de estos y, en consecuencia, en la buena marcha general de la empresa. Pero dirigir, sobre todo dirigir bien y con eficacia, no es tan sencillo. Aunque a más de uno pueda parecer todo lo contrario. Tiene sus exigencias. Aquí les indicamos unas pautas que encaminarán los pasos al buen dirigir de su gerente.
La motivación ha de tener dos caminos de actuación diferenciados, pero que confluyen sobre cada empleado: la motivación económica que, apoyándose en sueldos e incentivos, anime al trabajador a volcarse en su tarea y en su rendimiento personal y las motivaciones psicológicas y personales que ha de apoyarse en la ilusión de un proyecto común y en la necesidad de mejorar en la calidad del trabajo.
La comunicación, en sus diversas vertientes verticales y horizontales, es otra cuestión básica y fundamental. Empresa sin comunicación es empresa, por lo general, sin futuro. La comunicación requiere canales abiertos en la relación profesional, laboral y personal entre jefes y mandos intermedios, entre estos y sus subordinados. Canales que no estén cerrados en ningún punto. Requiere que esa comunicación sea de doble dirección, de arriba a abajo para transmitir órdenes, criterios, obligaciones, apoyos, consejos, información. Pero, también, de abajo a arriba para informar, preguntar, aportar ideas y soluciones. Una empresa de hoy ha de apoyarse en una circulación muy fluida de información real, veraz y creíble.
El trabajador no debe ir en la oscuridad total sobre la marcha de la empresa, su lucha en el sector y en los mercados, sobre los objetivos que ha de conseguir. Y la dirección, por su parte, no puede caminar de espaldas a las realidades de su empresa, desinformada o con información incompleta o poco precisa.
Y finalmente, el liderazgo. El liderazgo tendrá como consecuencia el atraer o arrastrar a los empleados a cumplir mejor, con responsabilidad y confianza, sus tareas y trabajos. Pondrán encima de la mesa intensidad en la ejecución del trabajo, toda su experiencia y sus habilidades. El líder, no predica desde la sombra. Se pone al frente, de forma que se le vea, anima, motiva, empuja, apoya y así tira del grupo hacia la consecución de los objetivos marcado. Pero el líder, para serlo, ha de ser creíble, auténtico. No postizo. Lo ficticio se nota y al percibirlo los empleados así, impide los efectos positivos.
Sólo aquellas empresas que sepan conjugar bien la motivación del personal, la comunicación con y de su personal y vayan en pos de cotas de liderazgo triunfarán.
Las personas antes que los objetivos
Nuestra obligación como gerentes o empresarios es ser conscientes de nuestras emociones para poder modificar nuestros estados de ánimo desfavorables y cuidar nuestra autoestima, mantener nuestro equilibrio anímico y transmitir nuestra motivación, nuestro entusiasmo y nuestra confianza. Además, debemos ser capaces de controlar nuestros impulsos cuidando nuestra sociabilidad y empatía.
Solo así estaremos emocionalmente preparados para mostrar credibilidad, dar confianza, aglutinar a nuestro equipo y entusiasmarles en nuestro proyecto. Pero debemos determinar las características personales y psicológicas de las personas que forman nuestro equipo. El comportamiento de las personas que trabajan con nosotras vendrá determinado por su percepción de la vida y de los conocimientos y experiencias que han tenido.
La riqueza de nuestro equipo radica en su diversidad. Si todos somos iguales y pensamos de igual manera, no avanzaremos mucho y nos estancaremos en nuestro propio regocijo. Por ello, debemos aceptarla y fomentarla, transformando los «defectos» en «características» y obteniendo lo mejor de cada uno de los integrantes de nuestro grupo de trabajo.