El comercio se crea y se destruye, pero sobre todo se transforma
Últimamente estoy oyendo por diversas fuentes que tal o cuál sector está saturado, que las franquicias están quemando el mercado, que no hay sitio para tantos comercios, etc. Por lo que veo, mi capacidad de sorpresa se ve superada por las excusas que el comercio tradicional o los pseudo-emprendedores ponen sobre la mesa para justificar lo injustificable.
Cualquier comercio, como cualquier producto, tiene su ciclo de vida, a saber: nacimiento-crecimiento-maduración-declive. Si los comerciantes tradicionales hubieran entendido el proceso, probablemente estaríamos asistiendo a un escenario muy diferente. Las franquicias, sobre todo las verdaderas, rara vez inventan algo. Simplemente utilizan técnicas y procesos de gran empresa y lo aplican a los pequeños negocios, consiguiendo en ocasiones facturaciones verdaderamente espectaculares frente al vecino comerciante tradicional que lleva «todalavidaenelbarrio».
Algunos excomerciantes tradicionales ya jubilados, con un enorme éxito empresarial en el pasado cercano – España está llena de ejemplos así -, ganaron fortunas sin haber interpretado un balance en su vida, ni mucho menos haber estudiado cualquier cosa que se pareciese a una carrera. Probablemente hoy no hubieran conseguido ese éxito, pero su carácter emprendedor les habría llevado a asociarse a una franquicia. Y, seguramente, serían empresarios-franquiciados de éxito. Quizá también España sea uno de esos países donde sobran licenciados y faltan emprendedores.
En concreto, en el sector de la tintorería estamos asistiendo a un espectacular aumento del consumo sin, curiosamente, un aumento del número de establecimientos. Esos sí, las tintorerías tradicionales son las que se retiran, siendo sustituidas por conceptos avanzados, respetuosos con el medioambiente y comercialmente rentables.
No nos olvidemos de que en Europa la densidad de tintorerías por habitantes es de 1 por cada 2.200, siendo en España, a fecha de hoy, de 1 por cada 10.000. En nuestro sector, como en tantos otros, se está pidiendo a gritos la renovación, tanto de conceptos como de dirigentes y, no se preocupen, un buen negocio de barrio llevado con lógica empresarial puede convivir con una buena franquicia, repartiéndose la tarta. Eso sí, sacando con rapidez a los «gnomos» obsoletos que lo único que hacen es estorbar.
Ojo también con los cantos de sirena que nos llegan de otros países, ya que es muy probable que éxitos foráneos, traídos en su más puro estilo, es decir, sin adaptar, no consigan el mismo éxito que en sus países de origen. Una vez más «Spain is different». O no. El caso es que habrá que comprobarlo antes de lanzarse a la alegre inversión…
Recuerdo al «cazador de franquicias» de hace algunos años. Ese señor que se interesaba por una marca y en la primera entrevista aparecía con la chequera sin ni siquiera preguntar nada. Afortunadamente, hoy los candidatos son muy rigurosos y en su mayoría se informan exhaustivamente de con quién va a hacer el camino. Y el que no lo haga, que luego no se lamente.
Me produce igual sorpresa el ingente número de personas que en vez de invertir en economía productiva, ya sea de productos o servicios, ponen sus «cuartos» en la «economía tecnológica-internética» esperando que suene la flauta en unos años, sin contribuir de ningún modo a producir, no más bien a inflar el globo de la especulación. Si a cualquier empresa se la midiera por el rasero por el que se mide a las nuevas tecnologías, nadie invertiría en Bolsa y estaríamos ante una crack espectacular.
Sin ir más lejos, el otro día escuché una conversación surrealista entre dos personas que conozco. Una es director de marketing de un conocido portal de Internet, y la otra está creando una empresa para Internet. Después de los efusivos saludos al verse, la inmediata frase siguiente fue: «Oye, a ver cuándo nos absorbéis». Es decir, vamos a hacer un «globito» a ver si tenemos suerte y nos lo compran y así nos retiramos. Y todavía hay quien dice que los del «pelotazo» se acabó.
Pues por hilar una cosa con la otra, inflemos el globo de la competitividad, de la competencia (como actitud), y pongamos nuestros «cuartos» en negocios productivos, ya sean pequeños o grandes, ya que no existe la saturación.
Por cierto, un tal George Soros ya lo está haciendo.
F. Javier Pelayo
Consejero director de expansión y desarrollo de Pressto