El fenómeno ‘low cost’ aterriza: de Ryanair al Tata Nano
Viajar en avión, alojarse en un hotel o comprar ropa son acciones que nunca nos habían costado tan poco. Con la llegada de la crisis, el auge del low cost ha desbordado mercados y clientelas, hasta el punto de que pocas son las compañías que no se han visto forzadas a asimilar algunas características del bajo coste, como medida para adaptarse a un nuevo consumidor. Un consumidor que sabe lo que busca, y el precio dispuesto a pagar por ello.
Aunque el fenómeno del low cost parte del sector de las líneas aéreas, pocos son hoy los sectores que se sustraen a su tentación, desde la hostelería a la automoción, pasando por la alimentación el textil o incluso los servicios profesionales.
La irrupción de la crisis en los bolsillos de los consumidores ha terminado por asentar definitivamente un nuevo modelo de comercio, en el que prevalece un recorte en el precio a costa de eliminar algunos servicios &ndash y, por lo tanto, costes&ndash, tradicionales, y que el cliente no valora lo suficiente, o no estima por encima del factor precio. Hoy el cliente sabe muy lo que está dispuesto a pagar por un producto o un servicio.
Orígenes
Algunas fuentes señalan 1949 como la fecha de fundación del low cost, de la mano de los vuelos de la aerolínea Pacific Southwest Airlines. En la década de los 70 la aviación comercial de EE UU comienza a ensayar un tipo de negocio que no llegaría a Europa hasta la década de los 90, con la desregulación del sector y la puesta en marcha de compañías como Ryanair o Easyjet, auténticas impulsoras del bajo coste. En España, la respuesta pasó por Vueling, Clickair o la malograda Air Madrid.
Del avión al hotel
Al hilo del éxito de los vuelos baratos, sectores como los hoteles se suben al carro de esta nueva forma de vender, alertados por unos consumidores que ya no deseaban gastarse en el alojamiento el doble de lo que había costado el pasaje. Empresas como Fórmula 1 o Ibis marcan el camino, al igual que la británica Travelodge, actualmente con una ambiciosa apuesta en el mercado español.
Y es que, según un informe de la consultora DBK, el negocio hotelero del bajo coste vive sus mejores momentos en España: su facturación creció un 20% en 2008, hasta los 170 millones de euros, y en los dos últimos años se abrieron una treintena de hoteles, hasta los 134 que se contabilizan hoy (más del triple de la cifra cosechada en 2002).
El fenómeno se extiende
Para entonces, la gran distribución ya había tomado buena nota de los beneficios que comporta la reducción de gastos y los bajos precios, y hoy redes como Lidl o Dia cuentan ya con un extenso bagaje en el segmento del hard discount, y han propiciado la creciente importancia de las marcas blancas. Pero junto a la distribución, el mercado de la tecnología, el mobiliario o el textil cuentan con referentes tan señeros como Media Markt, Ikea o Primark, y la ampliación de operadores de telefonía ha abierto la puerta a una competencia que apuesta por tarifas hiperreducidas.
Un público entregado
Al espíritu consumista español le ha venido de perlas el desarrollo del bajo coste. Pero el cliente ya no compra por comprar: se ha vuelto más reflexivo, y busca lo bueno entre lo barato. La escasez de dinero ha avivado este tipo de compras, y algunos sociólogos ya hablan de «generación low cost«, muy en relación con el término más extendido de «mileurista». Pero ya sea por necesidad o filosofía, el consumidor es más exigente, medita la compra y se informa con anterioridad en Internet.
Contragolpe a la crisis
El bajo coste ya ha comenzado a erigirse como un método para contrarrestar los efectos de la crisis en algunos de los sectores más devastados por ésta, como puede ser el inmobiliario o la automoción. En cuanto al primero, en Barcelona ya se ha anunciado el salón low cost de vivienda, que entre el 12 y el 14 de junio ofrecerá rebajas de pisos de hasta el 30%, y cuya superficie ha tenido que ampliarse recientemente.
En el mundo del automóvil, esta semana el fabricante indio Tata sacaba al mercado su «ultrabarato» modelo Nano, «el coche del pueblo», a un precio de 1.450 euros. La compañía prevé vender sus primeras 100.000 unidades en algo más de un año. Desde hace algún tiempo, la marca Dacia &ndash propiedad de Renault&ndash, ya se había instalado en la franja más baja de precios, con un eslogan que resume a la perfección el espíritu del low cost: «Hace lo mismo que otros coches, pero por siete mil euros y pico».